El martes asistí a la entrada en el convento de una amiga.
Fue muy emocionante, empezó con una misa, entre el público como una más estaba ella, concluida la misa, salió a saludar a todos los que habíamos ido, familiares y amigos; incluso mientras se despedía de todos, se fumó un cigarrillo, ... , el último.
Después entró en una sala para cambiarse, salió ya con un hábito marrón, bajó unas escaleras y se detuvo ante un gran portón, este se abrió y al otro lado estaban todas las monjas del convento, esperándola con un crucifijo en la mano, ella lo beso, abrazó a su madre y a su padre y tras la bendición del sacerdote que había celebrado la misa, cruzó la puerta y esta se cerró.
Fue muy emocionante, fue muy bonito.
Después la volvimos a ver, pero ya a través de unos barrotes, mi amiga ha entrado en un convento de Carmelitas, quiere ser monja de clausura.
Me quedo con la frase que dijo el sacerdote en la homilía, "siempre decimos que deja muchas cosas, pero lo importante es todo lo que encuentra ahora".
La hermana superior nos dijo, "este convento es austero pero confortable y en cada rincón se siente la presencia de Dios".
Por la noche cuando me acosté pensé, yo me acuesto en mi cama confortable, ella en un colchón de paja, en un somier de madera.
Se dejan muchas cosas pero se dejan por Amor, seguro que Dios la da más de lo que la pide.
Yo doy gracias a Dios por haber podido estar este día en la entrada al convento de mi amiga, fue muy enriquecedor y muy bonito, vi como hay quien lo deja todo por lo que realmente es importante y que el mundo no nos deja ver.